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María Branyas Morera, quien durante el último año fue reconocida como la persona más anciana del mundo y la octava más longeva de la historia, falleció en España este lunes a los 117 años y 168 días, según confirmó su familia a EFE.

La supercentenaria murió alrededor de las seis de la mañana en la residencia Santa María del Tura de Olot, donde había vivido durante las últimas dos décadas. Poco después, en su cuenta de X, manejada por uno de sus yernos y con más de 18.400 seguidores, se publicó el siguiente mensaje:

“Y cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando de amor” (Tagore). Me siento débil. Se acerca la hora. No lloréis, no me gustan las lágrimas. Y sobre todo no sufráis por mí. Ya me conocéis, allí donde vaya seré feliz, pues de alguna manera os llevaré siempre conmigo”.

Su hija menor, Rosa Moret, de 80 años, explicó que María «se apagó durmiendo, como ella quería y como todos quisiéramos». Sus restos fueron incinerados el martes.

La Asociación Gerontology Research Group (GRG), encargada de verificar la edad de las personas supercentenarias (aquellas que han alcanzado los 110 años), confirmó que María Branyas es la duodécima persona más longeva registrada, superada únicamente por once mujeres, todas ya fallecidas. El récord de longevidad lo tiene la francesa Jeanne Calment, quien vivió 122 años y 164 días, seguida por la japonesa Kane Tanaka, la estadounidense Sara Knauss, y la también francesa Lucile Randon.

El secreto de su longevidad

Según su hija Rosa, María Branyas vivió tanto porque «no ha tenido ninguna enfermedad». En 2020, con 113 años, sobrevivió a la COVID-19, y se convirtió en la persona más anciana del mundo el 17 de enero de 2023, tras la muerte de Lucile Randon. Aunque María era consciente de su título, decía que no le importaba y que «no tenía ningún mérito» por ello, según relató su hija a EFE hace unos meses.

Desde el verano pasado, Rosa explicó que su madre «hizo una bajada bastante grande», aunque no sufría dolor ni ninguna enfermedad específica. Con el paso de los años, había perdido la visión, el oído y, más recientemente, la memoria. María, que ya no podía caminar sola, pasaba la mayor parte de sus días sentada en una butaca de su habitación, donde recibía visitas de sus dos hijas, ya que su hijo, que habría cumplido 92 años, ya había fallecido, y de otros pocos familiares.

Nacida el 4 de marzo de 1907 en San Francisco (EEUU), María era hija de un periodista de Pamplona que trabajaba para la revista americana Mercurio y para una publicación barcelonesa. En 1914, tras un viaje por Nueva Orleans y después de lanzar las cenizas de su padre en las costas gallegas, María se estableció en varias localidades catalanas antes de ingresar, hace más de 20 años, en la residencia donde vivió hasta sus últimos días.

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